El Papa Francisco en la JMJ de Río de Janeiro : “La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo“

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El Papa Francisco ya está en Brasil para presidir la celebración de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que reunirá a más de dos millones de jóvenes de todo el mundo en la Vigilia del 27 y la misa del siguiente día. Es la segunda vez que Iberoamérica organiza un acontecimiento de estas magnitudes. Hace 26 años fue Buenos Aires, la tierra de Jorge Mario Bergoglio, la ciudad que acogió la JMJ en 1987.

El primer Papa hispanoamericano de la historia, realiza su primer viaje internacional para un encuentro con los jóvenes a quienes hará llegar su mensaje basado en el lema: “Id y haced discípulos entre todas las naciones (Mateo 28.18)”. Es una forma de recordar que la evangelización es un compromiso de todos, más aún en una iglesia extendida por toda América que registra la mitad de los católicos del mundo entero y que últimamente se encuentra adormecida dando paso a comunidades protestantes, neo-pentecostales que derivan en sectas e ideologías laicistas que atacan al cristianismo.

América, sin duda, será fundamental en la evangelización del tercer milenio. La iglesia católica tiene que atender a quienes se encuentran dentro de sus comunidades y salir al encuentro de quienes están alejados.  Y esto es lo que transmitirá Francisco a los millones de jóvenes y miles de religiosos que se congregan en Río  y  entre los que se cuentan más de 10 mil sacerdotes, 1500 obispos y 60 cardenales. Lo que diga el Papa trascenderá la ciudad brasileña y se escuchará en los cinco continentes.

El entusiasmo del pueblo brasileño a la llegada del Papa a Río era previsible. Brasil es el país con más católicos del mundo. Las dos terceras partes de su población es católica, algo más de 125 millones de personas. Sin embargo preocupa el crecimiento del consumismo, la insatisfacción de la clase media que se ha ido generando en los últimos años y la falsa Teología de la Prosperidad que ofrece a cambio del diezmo abundancia material.

 En el acto de bienvenida de las autoridades brasileñas, el pontífice aludió a  la importancia de su viaje y a la sensibilidad del pueblo brasileño.  “En su amorosa providencia – dijo -.,  Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina, concretamente a Brasil (…) He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes. No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: “La paz de Cristo esté con ustedes”.

También se refirió a los jóvenes y al sentido de la JMJ.  “El principal motivo de mi presencia en Brasil va más allá de sus fronteras. En efecto, he venido para la Jornada Mundial de la Juventud. Para encontrarme con jóvenes venidos de todas las partes del mundo, atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor (…) Estos jóvenes provienen de diversos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia (…) Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: `Vayan y hagan discípulos´; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados”.

Tras subrayar que dirigiéndose a los jóvenes, hablaba también a “sus familias, sus comunidades eclesiales y nacionales de origen, a las sociedades en las que viven, a los hombres y mujeres de los que depende en gran medida el futuro de estas nuevas generaciones”, el Papa recordó el dicho “Los hijos son la pupila de nuestros ojos” y exclamó: “¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora… (…) La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida”.

El Santo Padre demuestra en sus mensajes un profundo conocimiento de la realidad social y trasmite la esperanza que da la Fe en Jesucristo, el único camino que conduce a la felicidad. Viviendo con humildad los principios de la doctrina cristiana, el Papa Francisco se revela como un gran evangelizador.

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