Después de una larga, larguísima y tediosa campaña electoral, por fin vamos a las urnas y tenemos la oportunidad de dar un giro a los nefastos años de un “desgobierno” liderado por un siniestro personaje cuya megalomanía ha llevado a España a una preocupante situación política, económica y social que no se puede prolongar más tiempo.
Sin más Dios que el, sin más Patria que la que el concibe con sus socios independentistas, sin otra moral – si la tuviera – que la suya, el “sanchismo” ha exprimido fiscalmente al ciudadano, creado pobreza, intervenido las instituciones del Estado para convertir España en el cortijo de su “¿señoría?” y adláteres. Lo que Pedro, el manirroto, ha hecho es endeudar a España por generaciones y en no pocos casos restar posibilidad de una vida confortable a quienes ya la tenían y convertir a los pobres en miserables. Lo que por un lado te daba por otro te lo quitaba. El “sanchismo” nunca regaló nada y muchas de sus actuaciones eran de pura cosmética.
La historia no será clemente con Pedro Sánchez y espero que la justicia tampoco. Y los que le han acompañado son igualmente responsables de todo aquello que ha ido sucediendo por respaldar sus decisiones y jalear sus ocurrencias como al rey que se paseaba desnudo, con la complacencia de su corte, creyendo que lucía un vestido único hasta que un niño con la inocencia y sinceridad, que Sánchez desconoce, gritó “el rey va desnudo”. Ese niño está en las urnas y se va despertando con cada voto, con el mío, con el tuyo, el de tu vecino y el de más allá. Uno es uno, pero de uno en uno se va sumando hasta alcanzar la esperanza de un gobierno sensato, sin mentiras, que piense y quera la integridad de España y el bienestar de los españoles.