Un amigo mío que reside en San Petersburgo me ha enviado una reflexión sobre el Evangelio de hoy domingo 28 de julio, la situación extrema que estamos viviendo por el accidente ferroviario de Galicia y la muerte de tres alpinistas. José María – así se llama mi amigo – es sacerdote claretiano y filósofo. El comentario que transcribo no me lo remitió para publicarlo, pero dado el valor de su contenido, con el que me identifico, quiero que lo conozcan y espero que José María entienda que no traiciono su confianza, sino que pongo en valor lo que es una valiente, certera y profunda opinión.
“El Evangelio de hoy trata de la oración de petición. En una situación de shock colectivo por el accidente de tren de Santiago (pero se podrían añadir muchas otras tragedias, que quienes las viven y padecen no pueden verlas como "menores", por ejemplo la muerte de los tres alpinistas en el Karakorum), hay palabras del Evangelio de hoy que pueden sonar a sarcasmo. Pero no hay que precipitarse. El que las pronuncia, de situaciones y muertes trágicas sabe más que nadie. Porque Jesús no juzga desde fuera ni consuela sin participar en el duelo. Ante el mal y el dolor Dios ha tomado partido por las víctimas, sufre y muere con ellas. Ese es el significado de la muerte de Cristo en la Cruz”.
“Me ha llamado la atención que en las noticias sobre el acontecimiento se hable mucho de la (sin duda encomiable) solidaridad de muchos, de la asistencia a los familiares de un ejército de psicólogos, pero que no se haga ni una mención a la presencia de cristianos y sacerdotes que además de apoyo psicológico para sobrellevar mejor el dolor, ofrecen el profundo consuelo de la esperanza. Algunos, en algunos blogs, se han preguntado si es que no han estado presentes. Yo estoy seguro de que sí, que lo han estado; yo si hubiera estado en Santiago hubiera ido inmediatamente, y yo no soy mejor que nadie. Otra cosa es que me hubieran dejado acercarme. En el atentado del Marathon de Boston se impidió a los sacerdotes acercarse al lugar del atentado. En este caso no sé si ha sido así, pero lo que sí es cierto es que las noticias han silenciado por completo esa presencia”
“Pero ante la muerte no cabe más que la desesperación, la resignación o la esperanza. Y esta esperanza sólo puede darla quien ha vencido a la muerte. ¿Qué ha hecho Dios ante esta tragedia? ¿Por qué la ha permitido? ¿Dónde estaba Dios? Unos pensarán que Dios es indiferente a nuestro dolor; otros que Dios mismo usa estas cosas para `castigarnos´ (¿a quién? ¿A justos por pecadores? El que piense así que se lea la primera lectura (1)). Otros, por fin, pensarán que estos acontecimientos son el mejor alegato contra la existencia de Dios. Los cristianos miramos a Cristo crucificado y comprendemos que Dios viajaba en ese tren, moría en ese tren, está ahora sufriendo en la UVI… Y comprendemos que orar tiene sentido, incluso cuando nos parece que Dios permanece sordo a nuestras oraciones; también pareció permanecer sordo a la oración de Jesús en Getsemaní, pero la fe nos dice que respondió y con creces a la plegaria angustiada de Jesús, que es la oración angustiada de la humanidad”.
“Dios no `retrasa´ o desplaza la muerte un poco de tiempo, pues mortales somos al fin y al cabo, sino que en la muerte y resurrección de Cristo le ha quitado a la muerte su poder, y gracias a ellas la muerte ya no es el horizonte definitivo y último, una maldición inevitable, sino un lugar en el que también habita Dios, en el que nos encontramos con Cristo. Y los cristianos, por más que nos quieran silenciar en nombre de no sé qué concepciones laicas del estado, no nos podemos callar, no tenemos derecho a ello, y tenemos que estar ahí, donde el ser humano sufre y muere, consolando, curando, ayudando, acompañando y dando el testimonio de nuestra esperanza, y diciendo que ese Cristo que nos espera en la muerte, está vivo entre nosotros y hay que darse prisa para encontrarnos con Él ya, ahora, mientras vivimos, para que así podamos afrontar la vida con el coraje y la responsabilidad de los que se someten libremente al mandamiento del amor, y encarar la muerte con la serenidad de estar sostenidos por el que ha muerto por nosotros para que tengamos vida y la tengamos en abundancia”.
- Lectura del libro del Génesis 18,20-32
En aquellos días, el Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.» Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?» El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.» Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?» Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.» Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.» Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.» Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?» Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.» Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?»Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.» Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?» Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.»