¡Formidable!… ¡Fantástico!… ¡Impresionante!.. . La gesta de la selección española de balonmano merece estos calificativos y algunos más. Proclamarse campeona del mundo tiene un mérito descomunal, pero hacerlo de la forma como lo ha hecho va aún más allá. Derrotar a un equipo como Dinamarca, casi perfecto en su juego y para muchos el gran favorito de la final, por una diferencia como la conseguida (35-19), sin precedentes en un partido decisivo por el título, revela el carácter de los autoproclamados “hispanos”. La calidad técnica individual, el acoplamiento del conjunto, la buena armonía del grupo, son cualidades determinantes y más aún si van acompañadas de un espíritu combativo manifestado en la intensidad exhibida en cada una de las confrontaciones hasta llegar a la victoria definitiva. Es la segunda vez que España logra el cetro mundial del balonmano haciendo historia con una espectacular actuación.
Los organizadores del mundial celebrado en España pueden estar satisfechos por lo bien que han ido las cosas. Y el capitán de la selección, Alberto Entrerríos, que pone fin voluntariamente a su trayectoria de 15 años en el equipo nacional, no pudo haber soñado una despedida más hermosa. Fue el quien levantó la copa del campeón, su segundo entorchado mundial. ¡Enhorabuena hispanos!