La decepción de Maracaná no debe empañar los éxitos conseguidos por la selección española de fútbol. Su derrota ante Brasil por 3-0 es un tropiezo doloroso, es cierto, pero que entra dentro de lo posible cuando se compite y, más aún, si se trata de dos equipos de reconocida y demostrada grandeza.
Es verdad que se esperaba más de “la roja” y se veía con ilusión que pudiera añadir a su palmarés el titulo que le faltaba, la Copa de las Confederaciones, tras completar un círculo histórico al ganar un Europeo, un Mundial y otro Europeo. Sin duda, estamos ante una gloriosa generación de futbolistas, acoplados en un singular estilo de juego, que ha merecido los más encendidos elogios.
Sin embargo, las derrotas enseñan, quizás más incluso que las victorias. Y la actuación del combinado nacional español en este torneo celebrado en Brasil invita a la reflexión. Ni ante Italia, ni ante Brasil se pudo marcar un gol, ni se controló el juego con la fluidez de otras ocasiones. España mostró un juego lento, premioso, previsible y falto de profundidad. Se cometieron muchos errores y eso tiene que ser motivo de análisis. Tanto Del Bosque como Tony Grande son técnicos de gran experiencia y a estas horas tendrán apuntes sobre los que, seguramente, van a trabajar en los próximos días.
Descalificar globalmente a la selección sería un error. Hay futbolistas de una generación que no está agotada y jugadores de las inferiores que están demostrando su calidad y esperan su oportunidad para formar parte de la absoluta. Revisar el sistema de juego es un imperativo. Incluir variantes sin renunciar al estilo impuesto por nuestra selección, es una necesidad. Hay que mostrar a los rivales lo que ya conocen pero también sorprenderles con novedades tácticas y estratégicas.
Lo de Maracaná es sólo un tropiezo, no un paso atrás. El fútbol español tiene pasado, tiene presente y su futuro puede seguir siendo brillante si no se vive en el inmovilismo de los triunfos pasados. El “maracanazo” es aún posible en la cita mundialista de 2014